
El lenguaje del entorno
Los niños absorben su entorno con todos sus sentidos. Las experiencias que viven son la base de sus aprendizajes. El desarrollo de su lengua materna sucede en los niños de una forma natural, espontánea, sin sentarse a dedicarle horas de estudio.
En Oronetes concibo el lenguaje como un proceso vivo y relacional, profundamente ligado al desarrollo emocional, sensorial y social de cada niño y niña. Desde la neuroeducación, sabemos que el aprendizaje lingüístico en los tres primeros años de vida no es una simple absorción de palabras, sino una construcción compleja que se sostiene sobre la interacción afectiva, la motricidad fina y gruesa, el vínculo seguro y el contexto significativo.
En esta etapa, los niños no “estudian” lenguas: las viven, las imitan y las juegan, cuando esas lenguas forman parte de su entorno real y emocionalmente significativo.
Una pregunta a la neurociencia
¿Cuántos idiomas se pueden aprender de esta forma antes de los 3 años?
No se sabe a ciencia cierta, cuántos idiomas se pueden aprender simultáneamente, pero se ha demostrado que se pueden aprender varios a la vez, y que el cerebro infantil es capaz de diferenciarlos. Ser multilingüe aumenta el número de redes neurales activas en el cerebro, eso mejora la flexibilidad mental y enriquece la manera de pensar y sentir.
Esto puede hacernos pensar que en la primera infancia deberíamos ofrecer a los niños más idiomas, para facilitarles su aprendizaje. En este deseo debemos llevar mucho cuidado de no caer en la sobreestimulación.
Debemos entender que la forma de aprender en esta etapa exige que las diferentes lenguas no se perciban como ejercicios artificiales o aislados del entorno. Las ventajas emocionales y cognitivas del multilingüismo solo se consolidan cuando las lenguas forman parte de una experiencia afectiva segura y significativa.
Un entorno trilingüe
En Oronetes, la lengua materna de los niños, suele ser el valenciano o el castellano, por eso, ambos idiomas están presentes de forma natural. Mi propuesta pedagógica busca acoger emocionalmente la diversidad lingüística desde el vínculo.
Gracias a mi experiencia profesional en Alemania, hablo también alemán con fluidez, y me gusta compartir con los niños canciones, cuentos y rutinas sencillas en esta lengua. En este caso, tampoco se trata de enseñar alemán como objetivo escolar, sino de abrir una ventana a otros sonidos, ritmos y culturas, siempre desde el juego, la vivencia y la afectividad.
En algunos momentos del día o de la semana, creamos pequeños rituales en alemán (canciones, saludos, cuentos breves), siempre adaptados a la edad y sin forzar su comprensión inmediata. Lo importante es que estas experiencias sean naturales, cálidas y vinculadas a un contexto emocional y cultural positivo.

